El estrés: un fenómeno de nuestra época
¡Con una explicación breve!
¡Estamos estresados! A veces, por ejemplo, en situaciones de peligro, es justo lo que necesitamos. Sin embargo, si este estado de alerta persiste sin compensarlo con descanso y relajación, o si se desencadena hasta por las cosas más pequeñas, puede acabar enfermándonos. Un primer paso para afrontar el estrés de forma consciente es comprender la respuesta al estrés y reconocer los síntomas. Aquí encontrará información y consejos relevantes para gestionar bien el estrés.
¿No está estresado? Entonces, encontrará sugerencias útiles para evitar un estrés excesivo.
¿Qué es el estrés y por qué lo necesitamos?
El estrés es un sobreesfuerzo físico o mental. El término «estrés» (que viene del inglés «stress», que significa «presión, esfuerzo, tensión»; y del latín «stringere», «apretar») fue acuñado en 1936 por el bioquímico Hans Selye (1907-1982). El cuerpo reacciona ante determinadas circunstancias o exigencias de la vida, que se denominan estresores.
La respuesta al estrés es una respuesta natural del organismo ante una situación potencialmente mortal. Por ello, no solo es útil, sino que en algunas circunstancias hasta puede salvarnos la vida. Esto queda claro cuando observamos la vida de nuestros antepasados como cazadores y recolectores. Si se encontraban con un gran animal salvaje en el bosque, debían decidir en un instante entre atacar o huir y llevar a cabo esa acción. Tras la lucha o la huida, cuando el peligro ya ha pasado, el cuerpo vuelve a calmarse y se recupera del esfuerzo físico.
Hoy en día, también nos beneficiamos de este patrón de respuesta. Si doblamos una esquina y alguien viene de repente hacia nosotros, nos asustamos e instintivamente nos apartamos. La respuesta física a un peligro potencial está controlada por el tronco cerebral. Esta parte de nuestro cerebro, la más antigua, es responsable de muchos procesos vitales que tienen lugar de forma inconsciente, es decir, sin que tengamos que pensarlos, como la respiración, la regulación del ritmo cardíaco, la presión arterial y el tránsito intestinal.
Por lo tanto, el estrés en sí mismo es algo bueno: nos protege en caso de peligro y aumenta la energía y la capacidad de respuesta. Un cierto nerviosismo puede parecernos hasta estimulante. Incrementa nuestra motivación, nos permite aceptar retos, superarlos y, por tanto, seguir desarrollándonos. Aprendemos a llevar a cabo las tareas para que nos agobien mucho menos la próxima vez. Sin embargo, es importante que tengamos las reservas necesarias para hacer frente a la situación y que podamos calmarnos al cabo de un rato. Es una parte esencial de nuestra capacidad de recuperación, la llamada resiliencia.
La respuesta al estrés
¿Qué ocurre en el cuerpo durante el estrés?
En una situación de estrés, todo el cuerpo se pone en alerta en cuestión de segundos y está preparado para un acto reflejo, combinado con un gran esfuerzo físico. Esta respuesta está controlada por las hormonas del estrés adrenalina, noradrenalina y cortisol, que actúan en todas las partes del cuerpo:
- Los vasos sanguíneos se contraen y la presión arterial aumenta. La frecuencia cardíaca y, por tanto, el pulso también aumentan, de modo que los neurotransmisores y todos los demás componentes de la sangre se distribuyen más rápidamente.
- El azúcar y los ácidos grasos se liberan de las reservas del organismo y se reparten con la sangre. Proporcionan, por ejemplo, la energía necesaria para los músculos.
- El ritmo respiratorio aumenta para que el cuerpo reciba más oxígeno y las células somáticas puedan obtener más energía.
- Se incrementa la concentración de factores de coagulación en la sangre y, de esta manera, se reduce la pérdida de sangre en caso de lesión.
- La sensibilidad al dolor disminuye durante un breve periodo de tiempo para poder escapar o seguir luchando incluso con una lesión, por ejemplo.
Por otro lado, todas las funciones que no son necesarias en una situación de ataque o de huida se inhiben: el sistema inmunológico, la digestión, la necesidad de descanso y sueño y el crecimiento, entre otros. En el cerebro, los procesos mentales pasan de ser una acción meditada a ser actos reflejos. Si nuestros antepasados se hubieran parado a pensar con calma si era necesario escapar al encontrarse con animales salvajes, probablemente no habrían sobrevivido.
En consonancia, disminuyen otras capacidades y sentimientos, como el placer, la empatía, el deseo sexual o la capacidad de concentración. En fases limitadas, nada de esto es un problema para los humanos, incluso si la respuesta al estrés se produce cien veces al día. A veces es tan débil que no se percibe de forma consciente. El problema viene cuando el estrés permanente mantiene al cuerpo en estado de alerta durante un largo periodo de tiempo. Sobre todo si no se hace ejercicio físico después, la energía proporcionada no se gasta y las hormonas del estrés se suprimen lentamente.
Síntomas del estrés
La mayoría de nosotros estamos familiarizados con situaciones de estrés por los exámenes durante los estudios, en la universidad o en la autoescuela. Nuestro miedo aumenta solo de pensar en no poder responder a las preguntas o no aprobar. En ese caso, los síntomas se perciben claramente justo antes y al principio del examen:
- Palpitaciones y aumento del pulso
- Aumento de la sudoración, manos sudorosas
- Rubor
- Desde falta de aire o respiración acelerada hasta hiperventilación
- Voz débil, carraspeo frecuente
- Hablar rápido, sin vocalizar o murmurando
- Escalofríos
- Problemas gastrointestinales, como dolor de estómago, náuseas, diarrea o acidez
- Aumento de las ganas de orinar
- Necesidad de moverse (por ejemplo, ponerse de pie con frecuencia, caminar de un lado a otro, balancear los pies o tener una contracción nerviosa en el párpado)
- Dolor de cabeza
- Músculos tensos (dolor de cuello o espalda, bruxismo)
- Insomnio, pesadillas
- Nerviosismo
- Sensación de tensión
- Irritabilidad
- Falta de concentración
- Mala memoria
- Disminución de la autoestima
- Adoptar rápidamente una actitud defensiva
- Reacción exagerada ante pequeñas molestias
- Darle muchas vueltas a las cosas
- Poca capacidad de concentración
- Aumento del pesimismo y de los pensamientos negativos
- Sensación de no tener el control
- Necesidad de llorar
Estos síntomas persisten mientras la persona se encuentra en una situación estresante. Si estamos expuestos a diversos estresores, es decir, a influencias que desencadenan el estrés, su efecto puede intensificarse. Cualquiera que esté a punto de perder el autobús o se encuentre en un atasco por la mañana; que se enfrente a exigencias excesivas y a un jefe malhumorado en el trabajo; que tenga una discusión con sus hijos o una dolorosa cita con el dentista por la tarde, y que escuche información preocupante en las noticias por la noche se ve atrapado en una situación estresante tras otra a lo largo del día. En este caso, es necesario adoptar medidas eficaces para reducir el estrés.
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¿Qué entendemos hoy en día por estrés?
Por suerte, los tiempos en los que nuestras vidas se veían siempre amenazadas han quedado atrás. Sin embargo, el tema del estrés está a la orden del día. Los seres humanos son criaturas sociales, lo que subraya la importancia de las estructuras comunitarias, las familias y las amistades. Pertenecer a determinados grupos aumenta nuestra sensación de autoestima y seguridad interior. No obstante, esta importancia también provoca que percibamos los conflictos interpersonales o una posible pérdida de reputación y rango social como algo muy amenazante y, por tanto, estresante. Los estresores actuales son, por ejemplo, la sobrecarga de trabajo, los problemas financieros o la preocupación por nuestra salud o la de nuestros familiares.
Reaccionamos a ellos como está programado en nuestros genes desde hace miles de años: la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol ponen en alerta a todo el organismo y lo preparan para un gran esfuerzo físico. Sin embargo, por regla general, la actividad física que pondría fin a la respuesta al estrés no llega a producirse, por lo que la tensión disminuye muy lentamente.
Además, hay influencias, como una dieta desequilibrada o factores medioambientales, que también suponen un estrés para nuestro cuerpo y que debemos afrontar.
¿Cuáles son los desencadenantes habituales del estrés?
Los estresores nos afectan en muchos ámbitos diferentes de nuestra vida. Pueden agobiarnos durante un corto periodo de tiempo, es decir, de forma aguda. A veces incluso nos exponemos a ellos a propósito para poder desarrollarnos más y adquirir nuevas experiencias vitales:
- Situaciones de conflicto serias en la familia y estrés en el trabajo
- Exámenes, entrevistas de trabajo, conferencias (miedo escénico)
- Viajes (vuelos, entorno y cultura desconocidos, etc.)
- Búsqueda de aparcamiento, atascos, conducción nocturna
- Búsqueda de vivienda y mudanza
- Pesadillas, recordar experiencias especialmente negativas
- Situaciones nuevas que tenemos que afrontar por primera vez
- Cambio de médico
- Conducir un coche nuevo
- Aprender a montar en bicicleta
- Problemas técnicos teletrabajando
Otros estresores nos afectan durante más tiempo, pueden influir en largas etapas de nuestra vida y provocar síntomas recurrentes de estrés:
- Pérdida de seres queridos, sobre todo los más cercanos
- Conflictos dentro de la pareja, la familia, entre amigos y compañeros
- La presión de los plazos y la multitarea en el trabajo y en casa
- Disponibilidad constante
- Problemas con los jefes
- Sobrecargas debido a la familia y el trabajo
- Desde preocupaciones financieras hasta miedos existenciales
- Desempleo, búsqueda de trabajo
- Cuidado de familiares
- Poca influencia y oportunidades de dar forma a la rutina diaria (o laboral)
Además, hay estresores o tensiones que suelen subestimarse pero que también desencadenan tipos de estrés:
- Dieta desequilibrada
- Beber alcohol, fumar
- Temperaturas extremas (calor o frío)
- Aire contaminado
- Ruido de los aviones
- Contaminación acústica intensa en el trabajo (profesores de guardería, trabajadores de una obra, técnicos de aeropuerto en la pista, personal de servicio en discotecas, empleados de oficinas colectivas, etc.)
- Trabajo por turnos contrario al ritmo natural de sueño y vigilia
- Dedicación en las profesiones sociales (personal de enfermería, personal médico, pedagogos, etc.)
El estrés permanente puede tener consecuencias para la salud, sobre todo cuando están presentes varios factores durante un largo periodo de tiempo y no se compensa con la relajación.
¿Cuándo surge o se percibe el estrés?
No todos los posibles desencadenantes o estímulos provocan una respuesta al estrés que altere muchos procesos importantes de tal manera que podamos contrarrestar un peligro mortal de la forma más eficaz. Esto representa un estado de emergencia para el cuerpo. Por ello, hemos aprendido a distinguir en un instante entre un posible peligro y una causa inofensiva. Sin embargo, en caso de duda, seguimos reaccionando con una mayor alerta como precaución.
El tálamo, una región del cerebro que actúa como un filtro para garantizar que solo percibamos conscientemente la información que es importante en ese momento, toma una decisión preliminar. Desde ahí, la estimulación se transmite a la amígdala, el «centro de alarma» del cerebro, que también es responsable de desarrollar la ansiedad. Aquí se decide en milisegundos si se desencadena la respuesta al estrés o si la circunstancia es inofensiva y, por tanto, se puede afrontar sin estrés. En esta decisión influyen muchos factores diferentes, como el estado de ánimo actual, las experiencias vitales anteriores o el estado de salud. Algunos de ellos nos vuelven más susceptibles a los estresores:
- Baja autoestima
- Estrés agudo de la madre durante el embarazo
- Estrés agudo durante la infancia
- Pesimismo
- Preocupaciones constantes (justificadas o infundadas)
- Perfeccionismo
- Expectativas poco realistas
- Actitud de «todo o nada» en muchos aspectos de la vida
- Malas experiencias en el pasado
Las hormonas también determinan cuánto nos estresamos. Los estrógenos influyen en la distribución de las hormonas del estrés. Por ello, las mujeres son susceptibles al estrés de manera diferente dentro de su ciclo.
En definitiva, lo que nos estresa, lo sensibles que somos y los síntomas de estrés que mostramos varían de una persona a otra y dependen de las circunstancias. Nos resultará difícil sobrellevar el estrés cuando nuestro cerebro desencadene la respuesta al estrés con demasiada frecuencia o cada vez más rápido, incluso ante estímulos inofensivos. Se habla entonces de poca capacidad de recuperación. Sin embargo, hay una gran variedad de opciones que pueden ayudarle a aumentar su resistencia al estrés o resiliencia y a reforzar los procesos del cuerpo responsables de la relajación y la recuperación.
Tema de actualidad: coronavirus y estrés
Desde principios de 2020, el agente patógeno SARS-CoV-2 (coronavirus) se ha extendido por todo el mundo, poniendo a prueba nuestra resistencia al estrés: la enfermedad infecciosa COVID-19 podía ser mortal, no había opciones de tratamiento eficaces, sobre todo al principio de la pandemia, y las prácticas recomendadas cambiaron toda nuestra vida diaria. De un día para otro, desapareció nuestra supuesta previsibilidad y la rutina diaria, dejando tras de sí una sensación de incertidumbre, impotencia y preocupación. Además, lo que normalmente nos ayuda en las etapas difíciles de la vida se convierte de repente en un peligro potencial: quedar con los amigos, apoyarse en los miembros de la familia o relajarse juntos en la piscina, la sauna o la clase de yoga. En Alemania, una de cada dos personas se siente estresada por la crisis del coronavirus. Los factores estresantes son, sobre todo, la falta de reuniones personales, el miedo a contagiar a la familia y el cierre de guarderías y colegios, así como el temor a las consecuencias económicas.
Estrés teletrabajando
Las estrategias para hacer frente a la pandemia de coronavirus tampoco acaban en la vida laboral. En los trabajos agrícolas, los procedimientos han cambiado, hay que implementar más normas de higiene y todavía no se ha establecido una nueva rutina. Muchos trabajadores, sin embargo, empezaron a teletrabajar casi siempre de manera repentina y con problemas iniciales, como la falta de equipo, problemas con la tecnología o cambios en los procesos y en los métodos de comunicación. Esto ha supuesto un gran cambio, sobre todo para las personas que hasta entonces solo habían trabajado de manera presencial y que ya podían pasar revista a una larga vida profesional. Las familias suelen carecer de la tranquilidad necesaria y la sobrecarga de trabajo nos pesa aún más cuando hay que cuidar a los niños desde casa en horario laboral. Independientemente de la situación familiar, suele haber otros estresores:
- Preocupación porque nadie se da cuenta de las tareas realizadas ni las valora
- Sensación de aislamiento porque ya no hay charlas en los pasillos, porque es más difícil conseguir ayuda
- El cumplimiento de los horarios de trabajo y de las pausas
- La separación de la oficina y el salón
Le puede resultar útil lo siguiente:
- Autodisciplina
- Horario de trabajo fijo con la disponibilidad correspondiente y las pausas habituales
- Comunicación regular con compañeros y jefes
- Acuerdos claros sobre la carga de trabajo y los objetivos profesionales
- Programar las fases de concentración, si es necesario, mediante un buen acuerdo con las normas correspondientes dentro de la familia, la pareja o el piso compartido
- Reducir las molestias: amortiguar los ruidos del exterior con auriculares, cambiar al estado «no molestar» en el chat o leer y escribir correos electrónicos solo en determinados momentos del día
- Una actitud profesional en el trabajo, incluida una vestimenta adecuada y una apariencia cuidada, no solo en las videoconferencias
Todas las estrategias generales para afrontar el estrés y reducir la tensión interior también ayudan.
Estrés debido al miedo a contagiarse
Incluso antes de la aparición del coronavirus, la convivencia con otras personas suponía un riesgo de contagio de enfermedades infecciosas como resfriados, gripe o trastornos gastrointestinales. Hemos crecido con este riesgo y todo el mundo conoce las enfermedades. Sin saberlo, las personas han desarrollado estrategias para reducir el riesgo de infección y para hacerle frente. Además, confiamos en los médicos y en los tratamientos probados.
Esta rutina no existe en el caso del SARS-CoV-2. Los médicos y los científicos tienen que descubrir primero las vías de contagio, los factores de riesgo, la evolución de la enfermedad y los tratamientos prometedores, lo que nos provoca incertidumbre como pacientes. Las medidas dispuestas por las autoridades producen sentimientos contradictorios. Por un lado, nos orientan, pero, por otro, refuerzan la impresión de una amenaza inmediata y grave. Además, nuestras vidas cambian tanto que nos sentimos impotentes, no podemos refugiarnos simplemente en la rutina diaria que conocemos y ya no podemos llevar a cabo ni son suficientes las estrategias habituales para afrontar el estrés (quedar con los amigos, ir a nadar, asistir a clases colectivas, irnos de vacaciones, etc.).
Estas emociones son totalmente normales y simplemente forman parte del juego en épocas de crisis.
Sin embargo, hay dos cosas importantes:
1. El miedo no debe dominar ni paralizar completamente nuestras vidas. No debe llevarnos a una situación en la que dejemos de tratar los síntomas de las enfermedades, ignoremos los exámenes médicos importantes, no permitamos que los niños vayan a la guardería, etc.
2. Todos debemos desarrollar estrategias con las que seamos capaces de seguir con nuestra rutina diaria. Sigue habiendo riesgo de contagio, pero cada día que pasa estamos más familiarizados con lavarnos las manos a conciencia, mantener las distancias y llevar mascarillas. Si tratamos la situación de la forma más objetiva posible, será más probable que desarrollemos nuevas ideas para dar forma a nuestras vidas. Ya somos más capaces de distinguir entre la información objetiva y los titulares sensacionalistas. La intensidad del estrés disminuye y la sensación de impotencia se reduce. Además, vuelven a cobrar importancia otros temas que no son el coronavirus.
Hay preguntas que pueden ayudarle a enfrentar sus miedos:
- ¿Qué me preocupa?
- ¿Mis emociones están justificadas o me estoy obsesionando con algo innecesario?
- ¿Puedo actuar y cambiar esta situación problemática?
- ¿Con quién puedo hablar de mis sensaciones o quién puede ayudarme a poner en práctica mis ideas?
- ¿Qué me sienta bien, me gusta y me distrae?
Estrés bueno (eustrés) y estrés malo (distrés)
El corazón late con fuerza, nos cuesta concentrarnos, no tenemos apetito y nos sudan las manos. Esto es claramente una respuesta al estrés. Es exactamente lo que sentimos cuando nos enamoramos y estamos delante del amor de nuestra vida. A nadie se le ocurriría evitar esta experiencia solo porque nuestras hormonas pongan al cuerpo en alerta. Por lo tanto, existe un estrés positivo o bueno (eustrés). Se encarga de que centremos nuestra atención durante un determinado periodo de tiempo y nos proporciona energía para llevar a cabo esta importante tarea. En el mejor de los casos, la habremos superado y ya sabremos cómo afrontar el asunto la próxima vez que se nos presente.
Si, por el contrario, ya no somos capaces de reducir el estrés agudo o nos vemos atrapados en una situación estresante tras otra y no conseguimos relajarnos ni recuperarnos, entonces estamos ante un estrés negativo. Los afectados suelen notar el estrés permanente solo cuando ya no pueden ignorar los síntomas físicos y psicológicos. Esto demuestra que la evolución no nos ha preparado para las respuestas al estrés crónico. El estrés negativo o malo (distrés) también puede aparecer cuando sentimos que no hemos logrado nada y la autoestima se resiente. Más tarde, cuando volvemos a entrar en contacto con el estresor, reaccionamos más y suelen empeorar las cosas.
Además, un estresor nos agobia mucho más si lo juzgamos de forma negativa.
Estrés positivo (eustrés) | Estrés negativo (distrés) |
Corto periodo de tiempo | Estrés prolongado |
Algunos estresores | Muchos estresores (por lo general) |
La relajación y la recuperación ponen fin a la respuesta al estrés | La respuesta al estrés no se acaba o se acaba muy lentamente |
Sensación de logro, progreso durante el aprendizaje | Malas experiencias |
Estimula la actividad del sistema inmunológico | El sistema inmunológico se debilita |
¿El estrés puede hacernos enfermar?
Sí, podemos enfermar debido al estrés. Gracias a nuestra respuesta natural ante una situación de estrés, reaccionamos más rápidamente y nos volvemos físicamente eficientes. Después, una parte de nuestro sistema nervioso se encarga de disminuir los síntomas del estrés hasta volver a alcanzar un «estado normal».
Sin embargo, si el estrés no se reduce lo suficiente o si el estrés crónico se produce debido a muchos desencadenantes de estrés fuertes durante un periodo de tiempo más largo, el efecto de las hormonas del estrés puede tener consecuencias negativas para la salud:
- Presión arterial alta
- Desde taquicardia hasta enfermedades cardiovasculares
- Desde problemas digestivos hasta estómago sensible o síndrome del colon irritable
- Tensión muscular
- Dolor
- Debilitamiento del sistema inmunológico
Otro signo habitual puede ser la ansiedad, que suele ir acompañada de problemas de concentración y trastornos del sueño. El agotamiento extremo puede desarrollarse de forma insidiosa y, posiblemente, convertirse en una enfermedad mental, como un estado depresivo o incluso una depresión manifiesta. El agotamiento extremo y la depresión son consecuencias muy graves que puede tener el estrés permanente.
Los afectados solo suelen buscar ayuda profesional cuando ya no pueden ignorar las molestias físicas. En este caso, es difícil que el médico reconozca los síntomas como problemas psicosomáticos, sobre todo porque muchos pacientes siguen sin tomarse en serio el problema. Las personas que sufren estrés suelen ser vistas como valiosas, importantes, productivas y eficientes, aunque la realidad es que nadie puede hacer un buen trabajo en esas condiciones. Por ello, solo ayudarán a largo plazo la reducción de los estresores y las estrategias eficaces para reducir el estrés.
¿Pueden salirnos canas o que se nos caiga el pelo por el estrés?
Se sabe que unos niveles de estrés elevados provocan que el cuerpo envejezca más rápido. Investigadores de la Universidad de Harvard han descubierto que esto también afecta a las canas del cabello debido al envejecimiento. El color de nuestro cabello está formado por células pigmentarias que se desarrollan a partir de ciertas células madre. En caso de estrés, aumenta la cantidad del neurotransmisor noradrenalina, lo que provoca que las células madre se agoten más rápidamente y, por tanto, no se formen más células pigmentarias. El cuerpo no puede producir nuevas células madre, por lo que el cabello seguirá siendo gris cuando la etapa estresante haya terminado. Los folículos pilosos, de los que crece el cabello, también son susceptibles a ciertos neurotransmisores que se liberan durante el estrés. Esto desencadena procesos inflamatorios que, a su vez, dañan los folículos pilosos. Puede provocar una pérdida de cabello difusa, así como agravar los problemas existentes (por ejemplo, la alopecia areata).
¿Qué ocurre en caso de estrés durante el embarazo?
Es totalmente normal que nuestro organismo se relacione con su entorno. Los fetos en el útero también siguen desarrollándose gracias a toda una serie de estímulos y se preparan para la vida después de nacer. Por lo tanto, una cierta cantidad de estrés no perjudica ni a la madre ni al feto.
Sin embargo, el feto se ve influenciado por las hormonas del estrés de la madre. Que esta influencia sea positiva o negativa depende de la etapa del embarazo, la intensidad, la duración y muchos otros factores específicos. En concreto, son estresores fuertes la pérdida de un ser querido, los miedos existenciales, las grandes preocupaciones por el hijo que va a nacer, los problemas de pareja o los enfados habituales en el trabajo. Fumar, beber alcohol o consumir drogas también estresa al organismo. Puede afectar al desarrollo del niño e incluso tener consecuencias para su salud, como pesar poco al nacer o tener un parto prematuro.
Cuanto más pueda relajarse la madre tras una etapa de estrés y más tranquilo sea su entorno durante el embarazo, mejor será para el niño. También es importante pedir y aceptar ayuda desde el principio para que las preocupaciones o las preguntas sin respuesta no se conviertan en miedos. Las matronas, los médicos o el asesoramiento durante el embarazo son contactos muy útiles.
¿Los hombres y las mujeres reaccionan de forma diferente al estrés?
Sí, aunque la respuesta al estrés es la misma, también hay diferencias entre géneros.
Esto se manifiesta sobre todo en las estrategias para afrontar el estrés. De hecho, las jóvenes suelen centrarse en el problema cuando intentan hacer frente al estrés (por ejemplo, hablan con su entorno social). Los jóvenes, en cambio, suelen optar por una estrategia para evitar el estrés.
En la edad adulta, esta tendencia se mantiene: las mujeres son más propensas a buscar ayuda profesional o apoyo en su entorno social, mientras que los hombres tienden a intentar aliviar el estrés con el deporte.
Como las mujeres suelen preocuparse y escuchar a su cuerpo más que los hombres, es más probable que perciban los cambios que provocan enfermedades y que se resistan activamente al estrés que los desencadena.
Una de las diferencias entre hombres y mujeres también está directamente relacionada con las hormonas: los estrógenos influyen en la liberación de las hormonas del estrés. Por lo tanto, las mujeres son susceptibles al estrés de manera diferente dentro de su ciclo. El estrés parece aumentar más la sensación de dolor en las mujeres que en los hombres.
Gestionar el estrés: ¿qué ayuda contra el estrés?
Aunque a veces lo parezca, no estamos indefensos ante el estrés. Como no es posible vivir siempre sin estrés, cada uno de nosotros ha desarrollado inconscientemente las estrategias correspondientes:
- Valoración: en una fracción de segundo decidimos si el estresor es importante de verdad o lo suficientemente fuerte como para que se produzca nuestra respuesta al estrés. Un sistema de valoración que funciona bien es flexible y adaptativo. Podemos ayudarnos a tomar decisiones siendo conscientes de ello, intentando mantener la calma, respirando hondo y no haciendo una montaña de cada grano de arena.
- Acabar con la respuesta al estrés: después de que la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol, como hormonas del estrés, hayan llevado al cuerpo a un estado de alarma y la situación estresante haya pasado, se produce una respuesta natural de relajación. Las hormonas del estrés descienden a sus niveles iniciales. En ese momento, se activa el sistema nervioso parasimpático, una parte de nuestro sistema nervioso que nos permite calmarnos y aliviar la tensión.
- Regeneración: el estrés es una situación excepcional para el organismo y supone un gran esfuerzo. Cuanto más intensa sea la fase de recuperación posterior, mejor preparados estaremos para otra etapa estresante. Es menos probable que se produzcan problemas de salud, incluso el agotamiento extremo. Una forma completamente natural de regeneración es el sueño.
Sin embargo, estas estrategias inconscientes no bastan en caso de estrés permanente o de estresores muy fuertes. Aquí se exponen varios puntos de partida y métodos para gestionar bien el estrés, de los que cada uno deberá hacer su propia selección personal.
Infórmese más en nuestro interesante artículo sobre la reducción del estrés y descubra 8 consejos útiles para el día a día.
Prevenir el estrés, reducir los estresores
En un primer momento, puede contar con muchas opciones para evitar que se produzca un gran estrés.
- ¿Qué es lo que más me estresa?
- ¿En qué factores puedo influir, evitar o al menos mitigar?
- ¿Y mi puesto de trabajo? ¿Trabajo poco o demasiado?
Si responde a estas preguntas con sinceridad, ya tendrá un buen camino hecho. Un equilibrio saludable entre la vida laboral y la personal ayuda a crear suficientes fases de recuperación si al mismo tiempo se reduce el estrés en el tiempo libre. Por ello, debe despejar su agenda con regularidad. Estructurar y establecer prioridades le aportan calma y seguridad. Crear listas de tareas pendientes y clasificarlas por su importancia puede ayudar mucho. Otra fuente importante de estrés es la gran cantidad diaria de estímulos externos, en los que también podemos influir. Aquellos que se informan una vez al día pueden ocuparse de otras cosas y no estar en alerta todo el tiempo por la información constante.
Un factor decisivo es nuestra propia actitud: «Nada cambia hasta que uno mismo cambia. Y, de repente, todo cambia».
- ¿Qué es lo que me conviene en realidad?
- ¿Qué objetivos tengo?
- ¿Qué valores tengo como referencia?
Por ejemplo, las personas que no se permiten cometer errores o dependen mucho de las opiniones y criterios de los demás viven con un estrés psicológico permanente. Merece la pena buscar nuestro propio equilibrio interior e independencia emocional.
- ¿Qué refuerza mi autoestima?
- ¿Puedo seguir pensando de forma positiva?
- ¿Busco siempre la perfección en todo y soy demasiado autocrítico?
- ¿Me estoy inquietando demasiado rápido?
- Sinceramente, ¿reacciono de forma exagerada y lo veo todo como una catástrofe demasiado rápido?
- ¿Sigo sintiendo que he logrado pequeñas cosas?
Otro punto importante es buscar y aceptar ayuda. En este aspecto, las mujeres suelen ir un paso por delante de muchos hombres. Los hombres temen más perder su reputación si no pueden hacer algo por sí mismos. En cambio, las mujeres son mucho más propensas a hablar con los demás, a pedir consejo o a compartir una responsabilidad. A quienes les cueste encontrar la causa de su propio estrés pueden buscar la ayuda de un psicólogo o psicoterapeuta. De esta manera, es más fácil descubrir los comportamientos que nos complican la vida. Puede aprender a sustituirlos por nuevos pensamientos o patrones de conducta.
Reducir el estrés, aliviar los síntomas del estrés
- ¿Qué síntomas siento en momentos de estrés?
- ¿Mi cuerpo está reaccionando demasiado rápido?
- ¿A qué sistemas tengo que prestar especial atención ahora?
Las personas que, por ejemplo, tienen más problemas con el tracto gastrointestinal cuando sufren estrés psicológico deberían, si es necesario, cambiar su dieta y reforzar su flora intestinal. Una dieta sana, apetitosa y variada, con periodos de descanso intencionados para comer, ayuda mucho a la salud. Respirar profunda y tranquilamente de vez en cuando durante el estrés agudo también sirve de ayuda. Si sabe que está en una etapa estresante en este momento, es más probable que note pequeños cambios positivos.
Durante una respuesta al estrés, se suministra una gran cantidad de energía y aparecen muchas molestias físicas cuando esta no se gasta con esfuerzo físico.
- ¿Me muevo lo suficiente en mi día a día y salgo un rato al aire libre todos los días?
- ¿Una pelota antiestrés que pueda apretar de forma discreta me ayudará a liberar temporalmente la tensión?
Permitir la recuperación, favorecer la relajación
En cualquier caso, las fases regulares de regeneración son una buena forma de afrontar el estrés. Si no consigue reducir la tensión ni recuperarse cada vez, corre el riesgo de agotar por completo las reservas de su cuerpo y, por tanto, de sufrir un agotamiento extremo. Pero la mente también necesita relajarse.
- ¿Me permito suficientes descansos, pequeños y grandes, en mi día a día?
- ¿Con qué soy capaz de desconectar y olvidar el mundo que me rodea?
- ¿Duermo lo suficiente y mi sueño es reparador?
- ¿Qué técnica de relajación me va tan bien como para practicarla?
Existen muchos métodos de relajación (por ejemplo, el entrenamiento autógeno, el yoga, el taichí, el Feldenkrais o la relajación muscular progresiva de Jacobson). Conocer a personas con ideas afines puede ayudarle a empezar. Los puntos de encuentro y los lugares de relajación deben estar cerca y ahorrarle tiempo para que acabe convirtiendo un experimento en un nuevo ritual y también pueda integrar los ejercicios en su día a día a largo plazo. A veces ayuda escribir una lista de consejos antiestrés que aporten energía nueva: respirar tranquila y profundamente tres veces, leer un buen libro, dar un paseo, tomar una taza de té al sol, jugar un partido de fútbol con los niños, hacer un dibujo, reírse de uno mismo, ir a nadar, darse un baño o recibir un masaje, entre otros.
Medicamentos de ayuda
A veces hace falta un pequeño empujón que nos ayude a dar los primeros pasos para salir de una situación estresante y reducir los síntomas del estrés. Las hierbas medicinales pueden ayudar a fortalecer la mente y recuperar la calma. La valeriana, por ejemplo, es uno de los tranquilizantes a base de plantas más conocidos. La pasiflora también ha demostrado ser muy funcional, sobre todo para la ansiedad nerviosa. Los medicamentos procedentes de la valiosa naturaleza se toleran bien y no crean adicción.
Medicina natural para la ansiedad nerviosa
Un extracto altamente concentrado de pasiflora es el principio activo de Pasang, la hierba medicinal para reducir la ansiedad nerviosa:
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Lista de referencias y bibliografía complementaria
Libros
- Rensing, L., Koch, M., Rippe, B. et al: Mensch im Stress, Springer 2015*
Artículos
- Zhang, B., Ma, S., Rachmin, I. et al.: "Hyperactivation of sympathetic nerves drives depletion of melanocyte stem cells" Nature; 577, 676–681 2020*
*: Para bibliografía: año de publicación; para sitios web: Fecha del último acceso